¿Qué
es la personalidad?
La personalidad es un conjunto
de características o patrones que definen a una persona, es decir, pensamientos, sentimientos, actitudes, hábitos
y la conducta que cada individuo presenta y que hacen a las personas diferentes
a las demás.
La personalidad es la suma
total de patrones conductuales y potenciales del organismo determinados por la
herencia y por el medio social; se origina y desarrolla a través de la interacción
funcional de cuatro patrones principales: el sector cognoscitivo
(inteligencia), el sector conativo (carácter), sector afectivo (temperamento) y
el sector somático (constitución) (Cfr. Cloningher, 2003).
COMPONENTES DE LA PERSONALIDAD
La
personalidad se configura por dos componentes o factores: el temperamento y el
carácter:
a) Temperamento: Todos los seres humanos poseen una herencia genética, es
decir, las características que se heredan de los padres, como por ejemplo, el
color de ojos, el tono de piel, e incluso la propensión a determinadas
enfermedades. El temperamento es un componente de la personalidad porque
determina, de alguna manera, ciertas características de cognición,
comportamiento y emocionales.
b) Carácter: Se denomina carácter a las características de la
personalidad que son aprendidas en el medio, por ejemplo, los sentimientos son
innatos, es decir, se nace con ellos, pero la manera en cómo se expresan forma
parte del carácter. Las normas sociales, los comportamientos y el lenguaje, son
sólo algunos componentes del carácter que constituyen a la personalidad.
TEORÍAS DE LA PERSONALIDAD
Freud no inventó exactamente el concepto de mente consciente
versus mente inconsciente, pero desde luego lo hizo popular. La mente consciente es todo aquello de lo que nos damos
cuenta en un momento particular: las percepciones presentes, memorias,
pensamientos, fantasías y sentimientos. Cuando trabajamos muy centrados en
estos apartados es lo que Freud llamó preconsciente,
algo que hoy llamaríamos "memoria disponible": se refiere a todo
aquello que somos capaces de recordar; aquellos recuerdos que no están
disponibles en el momento, pero que somos capaces de traer a la conciencia.
La parte más grande estaba formada por el inconsciente e incluía todas aquellas cosas que no
son accesibles a nuestra consciencia, incluyendo muchas que se habían originado
allí, tales como nuestros impulsos o instintos, así como otras que no podíamos
tolerar en nuestra mente consciente, tales como las emociones asociadas a los
traumas.
De acuerdo con Freud, el inconsciente es la fuente de nuestras
motivaciones, ya sean simples deseos de comida o sexo, compulsiones neuróticas
o los motivos de un artista o científico.
El Ello, el Yo y el Superyo
La realidad psicológica freudiana empieza con el mundo lleno de
objetos. Entre ellos, hay uno especial: el cuerpo. El cuerpo (Nos referiremos a
cuerpo como vocablo para traducir "organismo", ya que en psicología
es más aceptado el término. N.T.) es especial en tanto actúa para sobrevivir y
reproducirse y está guiado a estos fines por sus necesidades (hambre, sed,
evitación del dolor y sexo).
Una parte (muy importante) del cuerpo lo constituye el
sistema nervioso, del que una de sus características más prevalentes es la
sensibilidad que posee ante las necesidades corporales. En el nacimiento, este
sistema es poco más o menos como el de cualquier animal, una "cosa",
o más bien, el Ello. El
sistema nervioso como Ello, traduce las necesidades del cuerpo a fuerzas
motivacionales llamadas pulsiones (en alemán "Triebe"). Freud
también los llamó deseos.
Esta traslación de necesidad a deseo es lo que se ha dado a conocer como proceso primario.
El Ello tiene el trabajo particular de preservar el principio de placer, el cual
puede entenderse como una demanda de atender de forma inmediata las
necesidades.
Menos mal que existe una pequeña porción de la mente a la que nos
referimos antes, el consciente, que está agarrado a la realidad a través de los
sentidos. Alrededor de esta consciencia, algo de lo que era "cosa" se
va convirtiendo en Yo en el primer año de vida del niño. El
Yo se apoya en la realidad a través de su consciencia, buscando objetos para
satisfacer los deseos que el Ello ha creado para representar las necesidades
orgánicas.
El Yo, a diferencia del Ello, funciona de acuerdo con el principio de realidad, el cual
estipula que se "satisfaga una necesidad tan pronto haya un objeto
disponible". Representa la realidad y hasta cierto punto, la razón.
Hay dos aspectos del Superyo: uno es la consciencia, constituida por la
internalización de los castigos y advertencias. El otro es llamado el Ideal del Yo, el cual deriva de
las recompensas y modelos positivos presentados al niño. La consciencia y el
Ideal del Yo comunican sus requerimientos al Yo con sentimientos como el
orgullo, la vergüenza y la culpa.
Teoría psicodinámica de la personalidad
De
acuerdo con el teórico más importante de este paradigma de la psicología
(Sigmund Freud, 1856-1939), la conducta de una persona es el resultado de
fuerzas psicológicas que operan dentro del individuo y que por lo general se
dan fuera de la conciencia (Morris y Maisto, 2005). La persona posee tres estructuras que aparecen durante el
desarrollo de la vida; la primera de ellas corresponde a lo que se ha
denominado ello, la única estructura que se encuentra presente en el nacimiento
y es totalmente inconsciente, se interesa en satisfacer los deseos del niño con
el fin de evitar el dolor. En esta parte del desarrollo el niño solo tiene dos
maneras de obtener placer, las acciones reflejas y la fantasía (Brainsky,
1998).
La segunda estructura planteada por Freud
(1967) es el yo, el que se encuentra entre lo consciente y lo preconsciente que
busca satisfacer los deseos del ello en el mundo externo; se diferencia de éste
en que, en lugar de actuar de acuerdo con el principio del placer (satisfacción
inmediata), actúa bajo el principio de realidad. Por medio del razonamiento
inteligente el yo busca demorar la satisfacción de los deseos del ello hasta
que se pueda garantizar la gratificación de la manera más segura posible.
Cuando la persona llega a la edad adulta no solo busca la satisfacción de
deseos sino que empieza a entrar en juego el componente moral, lo cual se ha
denominado súper yo, este cumple las veces de guardián moral, entonces tiene la
función de vigilar al yo para conducirlo hacia las acciones morales socialmente
aceptadas.
Las etapas psicosexuales y las vivencias en cada una de ellas
dan cuenta de un posible perfil de personalidad. A continuación se presenta
cada una de estas etapas.
Etapa oral: este periodo comprende desde el
nacimiento hasta los 18 meses y se caracteriza básicamente, según Davidoff
(1998), porque el niño obtiene placer a través de succionar el pecho de la
madre y masticar los alimentos meses más tardes. Según Freud (1967; citado por
Pervin & John, 1998), los niños que obtienen buena gratificación durante esta
etapa tienden a ser adultos optimistas, crédulos y confiables, mientras que los
que no son satisfactoriamente gratificados tienden a ser pesimistas,
sarcásticos, discutidores y hostiles.
Etapa anal: comprende de los 18 meses a los 3 años
aproximadamente, en esta etapa el placer del niño está concentrado en el ano y
lo experimenta a partir de la expulsión y retención de heces fecales. Se cree
que los hijos de padres estrictos en el entrenamiento de control de esfínteres
tienden a ser autodestructivos, obstinados, mezquinos y excesivamente ordenados
durante la edad adulta (Freud, 1967).
Etapa fálica: comprende de los 3 a 6 años, es una
etapa muy importante porque es este el momento en que los niños empiezan a
descubrir sus genitales, entonces se apegan mucho más al progenitor del sexo
contrario mientras que experimentan sentimientos de rivalidad con el progenitor
del mismo sexo. Las personas que no reciben suficiente gratificación durante
esta etapa tienden a mostrarse como egoístas, vanidosos, con baja autoestima,
tímidos y con sentimientos de minusvalía durante la edad adulta (Morris &
Maisto, 2005).
Etapa de latencia: va de los 6 hasta los 12 o13 años;
Freud creía que en esta etapa el interés por el sexo disminuye y los niños
pueden jugar con los otros niños del mismo sexo sin experimentar ninguna
dificultad (Papalia & Wendkos, 1997). Finalmente de los 13 años en adelante
Freud describe la etapa genital, momento en el cual se despiertan los impulsos
sexuales permitiendo que el adolescente satisfaga todos los deseos reprimidos
durante la niñez, las personas que logran abordar satisfactoriamente esta
etapa, desarrollan un muy buen sentido de responsabilidad y preocupación por
los demás (Davidoff, 1998).
Teoría fenomenológica de
la personalidad
A diferencia del psicoanálisis,
considera que el ser humano no debe ser comprendido como resultado de
conflictos ocultos e inconscientes sino que tiene una motivación positiva y
que, conforme a cómo evoluciona en la vida, el hombre va logrando obtener
niveles superiores de funcionamiento, teniendo en cuenta que la persona es
responsable de sus propias actuaciones y por ende de las consecuencias que le
sobrevienen. Dos de los teóricos importantes de esta compresión de la personalidad
son Carl Rogers y Gordon Allport.
Carl
Rogers consideró que los seres humanos construyen su personalidad cuando se
ponen al servicio de metas positivas, es decir, cuando sus acciones están
dirigidas a alcanzar logros que tengan un componente benéfico (Morris &
Maisto, 2005). Para Rogers, la persona desde que nace viene con una serie de
capacidades y potenciales los cuales tiene que seguir cultivando a través de la
adquisición de nuevas destrezas; esta capacidad se ha denominado tendencia a la
realización; por el contrario, cuando el individuo descuida el potencial innato
hay una tendencia a que se vuelva un ser rígido, defensivo, coartado y a menudo
se siente amenazado y ansioso. Por su parte, Allport (1940), resaltó la
importancia de los factores individuales en la determinación de la
personalidad, señaló que debía existir una continuidad motivacional en la vida
de la persona.
Teoría de los rasgos
Se refieren a las características particulares de cada
individuo como el temperamento, la adaptación, la labilidad emocional y los
valores que le permiten al individuo girar en torno a una característica en
particular (Engler, 1996). En este sentido Raymond Cattel, uno de los
personajes más significativos en esta teoría, agrupó los rasgos en cuatro
formas que se anteponen; de esta manera su clasificación fue la siguiente:
comunes (propios de todas las personas) contra únicos (son característicos de
individuo); b) superficiales (fáciles de observar) contra fuentes (solo pueden
ser descubiertos mediante análisis factorial); c) constitucionales (dependen de
la herencia) contra moldeados por el ambiente (dependen del entorno); d) los
dinámicos (motivan a la persona hacia la meta) contra habilidad (capacidad para
alcanzar la meta) contra temperamento (aspectos emocionales de la actividad
dirigida hacia la meta) (Aiken, 2003).
Posteriormente, Hans Eysenck (1970) definió la personalidad como una organización estable y perdurable del carácter, del temperamento, del intelecto y del físico de la persona, lo cual permite su adaptación al ambiente, definición originada a partir del orden de las fuerzas biológicas, la tipología histórica y la teoría del aprendizaje, estableciendo así la base de la personalidad compuesta por tres dimensiones: introversión-extroversión, neuroticismo (síntomas relacionados con la ansiedad) y psicoticismo (conducta desorganizada) (Davidoff, 1998). Eysenck describe la personalidad como una jerarquía de respuestas específicas y respuestas habituales que no solo describen la conducta sino que busca comprender los factores causales de la misma (Engler, 1996).
Eysenck (1947) realizó una revisión acerca de las teorías del temperamento con la que logró dar explicación a los factores o dimensiones de la personalidad: introversión en contraposición con extroversión y emocionalidad en contraposición con estabilidad, siendo la primera dimensión la que determina que una persona sea sociable y participativa al relacionarse con otros sujetos. Extroversión-introversión es una dimensión continua que varía entre individuos, pues algunos tienden a ser más amistosos, impulsivos y extrovertidos mientras que otros se inclinan por ser más reservados, callados y tímidos.
La dimensión de emocionalidad, en contraposición con estabilidad, se refiere a la capacidad de adaptación de un individuo al ambiente y a la estabilidad de esta conducta a través del tiempo.
Eysenck y Rachman (1965) sostiene que existen
dos extremos de esta dimensión en los que fácilmente una persona puede encajar
o no; en uno de los extremos las personas son emocionalmente más inestables,
intensas y exaltantes con facilidad o por el contrario son malhumoras, ansiosas
e intranquilas; en el otro, las personas son más estables a nivel emocional,
calmadas, confiables y despreocupadas. La dimensión denominada psicoticismo se
caracteriza por la pérdida o ausencia del principio de realidad connotado por
la incapacidad para distinguir entre los acontecimientos reales o imaginados
(Engler, 1996).
Teoría conductual de la
personalidad
Skinner,
quien realizó experimentos sobre el aprendizaje animal y humano, concluyó que
lo que una persona aprende a hacer es semejante a como aprende otras cosas; por
tal razón, lo que implica motivación inconsciente, aspectos morales y rasgos
emocionales no existe (Papalia y Wendkos, 1997). El enfoque conductual de la
personalidad hace énfasis en la especificidad situacional restándole
importancia a las manifestaciones internas.
Finalmente,
la visión de Skinner concibe la conducta como un producto elicitado como
reforzador que incrementa la incidencia conductual. Por lo tanto, el concepto
estructural de la personalidad, planteado por Hull (1943) en el modelo E-R,
sostiene que los estímulos llegan a conectarse a las respuestas para formar
lazos E-R; a partir de esta asociación entre estímulo y respuesta se establecen
los denominados hábitos; la estructura de la personalidad está en buena parte
conformada por hábitos o lazos E-R.
Otro
concepto estructural que utilizó Hull fue el impulso definido como un estímulo
capaz de activar la conducta; por lo tanto, son los impulsos los que hacen
responder a un individuo. Estos pueden ser primarios (innatos), secundarios
(aprendidos); los primarios hacen referencia a condiciones fisiológicas en el
interior del organismo (hambre, sed), mientras que los secundarios son aquellos
que se han adquirido con base en asociaciones de impulsos primarios (ansiedad o
miedo).
Teoría cognitiva de la
personalidad
Plantea que la conducta está guiada por la manera como se piensa y se
actúa frente a una situación; sin embargo, no deja de lado las contingencias
que ofrece el ambiente inmediato ante cualquier situación. En palabras de
Bandura (1977), la personalidad es la interacción entre cognición, aprendizaje
y ambiente; de igual manera juegan un papel importante las expectativas
internas de los individuos, pues el ambiente influye en la manera de
comportarse y por tanto modifica las expectativas del individuo ante otras
situaciones respecto a su comportamiento. Bandura consideró a los humanos como
seres complejos, únicos, activos, destacando el pensamiento y la
autorregulación.
Sin
embargo, Kelly (1955, citado por Pervin & John, 1998) planteó cono concepto
estructural de la personalidad el constructor, como una manera de construir o
interpretar el mundo; es un término utilizado por las personas para anticipar o
experimentar sucesos, pues los interpreta, les da estructura y significado. Al
observar dichos sucesos, el individuo da cuenta de que existen características
que los diferencian de otros individuos.
Recuperado
de: http://www.redalyc.org/pdf/2972/29
Ver mas : Seelbach González, German Adolfo, ‘’teorías de la
personalidad’’, red tercer milenio.
http://www.aliat.org.mx/BibliotecasDigitales/Psicologia/Teorias_de_la_personalidad.pdf
Informacion recabada por:
Sandra Alvarado Avila
Erick Israel Maya Alcántara
Marlene Rosas Flores